12.8.25

Aprendamos a vender para aprender a comprar

En la vida estamos constantemente vendiendo cosas. Tangibles o intangibles. Y no en todas ellas ponemos nosotros el precio, por no decir que en la mayoría el precio de la venta viene más o menos marcado de antemano.

Vendemos parte de nuestra propia vida, vendemos el tiempo vital, nuestros sentimientos, las ideas y proyectos, las relaciones con personas, nuestras ideas o nuestro equipo de fútbol.

Cuando queremos convencer a alguien le estamos vendiendo nuestra forma de entender las cosas. 

¿Crees que eso no es vender? 

Si piensas así es que crees que vender es algo negativo.

Y no nos preocupemos…, quien nos escucha lo sabe, asume que le estamos vendiendo “algo”. 

No nos debe dar vergüenza en utilizar los mecanismos de venta más normales, los mejores, los más modernos, los lógicos para cada situación.

Vendemos política, ayudas, educación, productos, amores. 

¿Es duro asumir todo esto? 

Pues lo será si no lo aceptamos como tal o si entendemos que vender es algo malo.

Vendemos, pero cuidado, también nos venden. 

Estamos rodeados de gente que nos intenta vender sus ideas, sus actos, sus necesidades, sus proyectos, sus productos. 

Si ellos saben hacerlo mejor que nosotros, estamos perdidos en una batalla desigual, por no querer aprender a vender.

Aceptemos que vender es algo habitual y normal. Y a partir de este momento aprendamos. 

Y recuerda que solo los que saben vender saben además comprar con más defensas.

No hay que tener miedo a la palabra "vender" pues la utilizamos constantemente, esa y la de "comprar". Van unidas.

Arriesgarse en un proyecto, exige a veces no buscar los contras

Si tienes una gran idea y eres de los que suelen analizar ideas ajenas e intuir si van a funcionar o no, cuando analices la tuya… mira solo los pros de la misma. 

Al menos de momento, de entrada, para comenzar.

Como te pongas a mirar los contras… te paralizarás y no serás capaz de decidir. 

Ser analítico es muy bueno, pero serlo en exceso paraliza las posibilidades de poner en funcionamiento las ideas propias. 

Sobre todo si tienes experiencia previa en ideas de otros que has tenido que analizar, auditar.

Arriesgarse a veces es tan simple como no querer seguir analizando una idea propia, y dejarte llevar por el impulso primero.

Arriesgarse es asumir que te puedes equivocar, pero que de esa saldrás aunque sea un error. 

Lo importante de los errores previstos, no es evitarlos, sino saber qué tamaño podrían tener y valorar si los puedes asumir sin hundirte del todo.