13.2.25

Vivir con un enfermo psicológico


Nadie desea tener una persona enferma en su entorno, es lógico dicho desde el egoísmo de la forma de vida actual en el mundo occidental. Por que su dolor, su enfermedad nos preocupa. Pero a su vez, tampoco nos han enseñado a comportarnos con estas situaciones.

Pero si el problema de salud no es físico, sino mental, aún lo llevamos peor. Por que entendemos que tener una gripe, un pie roto, o un brote de migraña, necesita unos días de reposo, unos cuidados, y sabemos que en unos días esto se cura.

Pero los problemas de salud mental son de incierta duración, es muy posible que un día estás mal y dos días bien, que ahora te apetece irte de fiesta y dentro de cinco minutos quieres estar en la cama todo el día. Y eso es complicado de entender para los que acompañan al enfermo.

Que te marees, que te canses incluso sin hacer nada, que nada te ilusione…, eso solo lo entiende quien lo ha vivido.  Así de duro y de triste es. 

En el ámbito más familiar lo asumes, los padres asumen con cierta resignación, con dudas, con miedo incluso, que los hijos/as, no están pasando por un buen momento, y los hijos hacia los padres, sucude lo mismo.

Pero en el caso de las amistades es distinto. Tus amistades, tu círculo más cercano, al principio tratará de animarte, te llamará, te dirá de salir un rato cuando tengas fuerzas, te apoyará…,  pero con el tiempo, se cansará y te dará la espalda. No siempre de un modo radical, pero sí progresivo.

Porque esta sociedad tiene ya muchos problemas, como para ver caras tristes en sus amistades. Con esa gente queremos salir de fiesta, reír, bailar…, pero a veces es necesario tender la mano mucho tiempo, para que no se termine de caer.  

Nadie quiere tristezas ni penas ajenas, pero si un día tu cabeza de desmorona, llama a quien pasa por lo mismo, por que sabes que es quien mejor le va a entender.