Ya en las décadas de 1960 y 1970 del siglo pasado —hace más de medio siglo de aquello— se hablaba ya de un ambicioso objetivo: crear un sistema capaz de almacenar todo el conocimiento humano en un único lugar al que cualquier persona pudiera acceder para aprender, investigar y seguir ampliando ese gran archivo común.
¿Os suena a algo muy actual, esta necesidad?
La idea existía tanto como concepto, como en forma de proyecto embrionario, aunque de manera incipiente y casi visionaria. Sin embargo, pronto se identificaron varios problemas importantes.
El primero era la dimensión descomunal del “todo” que se pretendía guardar y la dificultad de encontrar un espacio físico que pudiera albergarlo. No se trataba de una biblioteca convencional, pero aun así se intuía que el tamaño sería gigantesco.
Y por aquellos años además, se sabía que los sistemas de refrigeración y seguridad tenían que ser brutales. Pero aun así empezaron a escanear libros antiguos, a guardar memorias de hecho anteriores. por algo había que comenzar.
El segundo desafío estaba en el acceso multilingüe a la información guardada.
La informática de la época —todavía en pañales— permitía ciertas operaciones de búsqueda, pero se asumía que localizar un dato concreto sería lento y complejo, incluso sabiendo que estaba dentro del sistema que tenían.
No se podía estar varios días esperando a que aquel sistema nos diera una respuesta tras buscar por miles de lugares a una velocidad de aquellos años que hoy no imaginamos.
Los primeros retoques que ya hacía a las imágenes de tamaño A4 en los primeros años 90, podían tardar un par de horas de pasar desde la pantalla (que sí era instantánea) a quedar grabados en el archivo de página.
La llegada de Internet cambió radicalmente las reglas del juego. Con la aparición de buscadores potentes y plataformas como Wikipedia, aquel sueño se convirtió en una realidad operativa. Las dificultades que en los años sesenta y setenta parecían insalvables fueron superadas con tecnologías de indexación, interconexión y acceso distribuido.
La memoria ya no era enorme de tamaño para muy pocos megas (nadie sabe que a los primero discos duros del tamaño de una lavadora —y así se les llamaba, se les tenía que tener con una refrigeración especial y que además no podían soportar oscilaciones y el suelo debía estar preparado para cualquier movimiento).
Pero surgía otro problema lateralmente similar a los que ya se tenían en aquellos 90. Surgían centenares de foros y espacio como los Blog que surtían de inmensas cantidades de información que había que conservar, guardar.
Era más la información nueva que surgía de la propia Internet, que la que se podía archivar de nuevo con conocimientos anteriores, viejos.
¿Nos olvidamos de lo anterior, de lo viejo, de lo que ya estaba en libros, en sistema de archivos analógicos, para no saturar el sistema?
¿Desde qué punto de la historia decidimos conservar "todo"?
Hoy en día nadie duda de que esa etapa está ampliamente superada. Y con la irrupción de la Inteligencia Artificial (IA), hemos entrado en una nueva pantalla de la evolución tecnológica.
Ahora se trabaja ya en un concepto de Memoria Colectiva y Global, pero al mismo tiempo Personalizada.
Esto significa que, si mi interés se centra en los vehículos espaciales y no en la agricultura, los sistemas de IA y los algoritmos de búsqueda lo sabrán y me ofrecerán información adaptada a mis preferencias, dejando en segundo plano aquello que no resulta importante o interesante para mí.
En un futuro muy próximo, la IA será plenamente personal. Cada uno de nosotros contará con su propia inteligencia artificial, como hoy contamos con nuestro teléfono personalizado, nuestra cámara fotográfica o nuestro microondas. Y con un tamaño de IA muy diferente según el uso que le estemos dando o que la propia IA detecte que vayamos a darle.
Pero con una diferencia crucial sobre el momento actual. Será una herramienta IA con memoria personalizada según a quien pertenezca, capaz de recordar lo que nos interesa, profundizar en los temas que queremos ampliar y, llegado el caso, “olvidar” aquello que no deseamos conservar.
Estamos asistiendo, en tiempo real, al tránsito desde el archivo universal del conocimiento hacia la inteligencia personalizada, creando un asistente único para cada individuo, que combina la memoria global de la humanidad, con el mapa personal de nuestros intereses y necesidades.
Algo que nos hablará, nos hará de asesor y profesor, nos podrá entretener hacia unos gustos muy personales que ya conocerá perfectamente, nos acompañará si estamos solos, e incluso irá avanzando en darnos todo aquella que necesitamos si estamos dispuestos a perder el contacto físico por uno virtual.
No solo la IA podrá ser nuestro amigo o amiga, totalmente personalizada y conocedora de nuestros gustos y deseos, sino que también podrá ser nuestro amigo o amiga, para hacer relaciones de todo tipo. Y siempre será la misma.
Hasta que dejemos de pagar.
Siempre la misma IA que enseguida reconoceremos como nuestro acompañante, que nos podrá dar placer y disgustos, nos atenderá con amabilidad o se cabreará con nosotros.
¿Placer la IA? ¿Placer artificial? Sí, no tengamos dudas sobre eso. Siempre la misma AI, con la misma voz, conociendo nuestros gustos, y que incluso podría ir cambiando de edad a la vez que nosotros.
¿Hasta dónde estamos dispuestos a darle entrada en las vidas del futuro ya muy cercano?
Julio Puente Ajovín