Ayer me informaron del fallecimiento por suicido de un conocido de mi hijo en una pequeña ciudad aragonesa. No se detectó la gravedad del problema en un joven menor de 30 años, de un aragonés que debería representar el futuro de Aragón.
Simplemente es uno de esos 11 suicidios consumados y declarados que cada día hay en España. Una barbaridad que no somos capaces de frenar, de tratar, de entender siquiera.
¿Alguien se imagina —y voy a ser asqueroso— que cada día se produjeran en España 11 muertes por ataques terroristas, 11 muertes por violencia machista cada día, 11 muertes por bombardeos de países vecinos contra nuestras ciudades, 11 fallecimientos por peleas callejeras? Cada día,
En cualquiera de estos casos la sociedad, los medios de comunicación, todos nosotros, nos preocuparíamos brutalmente.
Pero en cambio fallecen todos los días 11 personas —hoy también— por suicidio, y pensamos que es CULPA suya, que es su decisión, que todos nosotros no tenemos nada que ver.
Nos asentamos en un grave error social, táctico incluso, pues este problema ya no afecta principalmente a personas mayores enfermas, sino que aumenta gravemente en personas jóvenes —sobre todo hombres— que deben representar el futuro de todos.
Julio Puente