Además de animales también somos seres humanos y como animales que se tienen que interactuar con todo lo que nos rodea, las emociones son parte importante de nuestra forma de ser, de nuestros comportamiento, de lo que los demás ven en nosotros. Nuestro interior se nota.
La inteligencia emocional —que es esa parte de nuestro comportamiento humano con más capacidad de actuar y con menos respeto de aprendizaje— es la que debemos potenciar si queremos ser más felices y además hacer más felices también a los que nos rodean.
Los animales según su cantidad de desarrollo cerebral también tiene una capacidad emocional que sin duda saben emplear muy bien para comunicarse y para agradar a sus compañeros de especie, pero les falta los métodos más simple de comunicación como son la palabra e incluso la escritura.
Es más sencillo y simple decirle a otra persona “te quiero” de palabra o escribiéndole una nota, que diciéndoselo con hechos, con gestos, con miradas, con emociones.
Por eso debemos crecer en inteligencia emocional, pues no venimos aprendidos de fábrica, más que en lo más básico. O incluso me atrevería a decir que parte de lo que ya traemos desde el nacimiento, lo vamos perdiendo en nuestra educación por una mala gestión del aprendizaje personal.
Para tener inteligencia emocional válida es fundamental conocernos bien nosotros mismos. Y aquí es donde empezamos a fallar.
¿Qué somos? ¿Quien somos? ¿Hasta dónde podemos llegar en situaciones extremas, positivas o negativas? ¿Qué capacidad tenemos para sufrir, gozar, dirigir, obedecer, tomar iniciativas, expresarnos o herir?
Nos relacionamos con los demás por “copia”, es decir, nos afecta mucho lo que hemos aprendido por contagio, por ver y sufrir, por vivir en situaciones que ahora copiamos.
Si venimos de una familia o amistades determinadas, nos determinan ellas mucho a nosotros. Somos sociales por nuestra sociedad, por copia de lo que nos rodea, y eso puede ser muy positivo o muy negativo.
Nuestra capacidad de cambiar la mochila que llevamos es mucha, pero la verdad es que pocas veces la vaciamos del todo. Aprendamos a ser más sociales, con la inteligencia emocional, por acumulación.