En nuestras vidas siempre vamos a tener éxitos y fracasos, siempre lograremos alcanzar aquellas metas que nos hemos propuesto a cambio de que en otras ocasiones caeremos en el intento sin lograr el éxito. Nos caeremos y tendremos que levantarnos. No hay otra posibilidad para poder continuar con nuestra camino vital.
A nuestros hijos debemos enseñarles a ser triunfadores, pero también a relativizar la importancia de las caídas, para aprender de ellas, para sacar conclusiones de las derrotas, pues son una escuela imprescindible.
En toda vida hay obstáculos, piedras que nos harán tropezar, tormentas que nos doblarán.
De todos estos errores y inevitables fracasos hay que sacar conclusiones y aprender. La mejor y casi única forma de evitarlos es aprendiendo de ellos, es sufrirlos con la misma vehemencia con la que intentamos lograr los éxitos.
Nunca por mucho que aprendamos, lograremos saber la forma para evitar los fracasos. Son inevitables, pero sí podemos aprender a levantarnos de ellos y a sacar conclusiones positivas. Y sabiendo que son inevitables, también sabremos que hay que intentar que no sean mortales, que debemos estar preparados para defendernos de ellos, sobre todo diversificando las acciones para que siempre tengamos defensas suficientes y necesarias.