Resistir tiene una doble vara de medir. Resistir sí, pero a veces hay que valorar los costos, las posibilidades, las herramientas…, y empezar a realizar algunos cambios. Resistir tras persistir supone que aquello no es nada fácil y que debemos reflexionar sobre los modos que hemos empleado. ¿No deberíamos hacer algunos cambios a la vez que resistimos?
Por últimos nos queda la decisión más compleja. ¿Nunca desistir? Pues no es una verdad absoluta. Aquí como lema puede servir, pero como realidad no nos tiene que valer siempre. Desistir o ceder no es sinónimo de derrotarse. En toda batalla mental, real, profesional, vital, el pararnos y dar marcha atrás es una opción más, y a veces la más inteligente. Pero también es cierto que si las cosas están muy complicadas pero estamos convencidos de nuestras decisiones, desistir no es lo más positivo para nosotros, aunque paguemos un precio alto.
Puede que nosotros tengamos razón pero que enfrente tengamos a alguien con más razones que nosotros. Eso puede suponer que nuestras decisiones sean buenas…, aunque las del contrincante sean mejores. Y que en cualquier otro momento, situación o ambiente, lo que ahora nos obligue a torcernos o incluso a perder, no sea un problema. En una partida, negociación o batalla siempre alguien debe perder…, excepto que se negocien tablas.