1.2.20

¿Qué deben poseer nuestros hijos, si nosotros no lo tenemos? ¿Dónde están los límites?

Resulta tremendo leer a Gilles Lipovetsky —sociólogo y pensador francés— decirnos a la cara lo que todos ya sabemos pero que no creemos que tenga importancia en el futuro de la educación de nuestros hijos.

“Hay padres en paro cuyos hijos tienen móvil de último modelo, iPad, zapatillas de lujo… Es terrible comprobar esto”

Estamos vacíos de tanto consumir excesivas cosas que creemos importantes en la vida de nuestra sociedad, sin ponerlas en valor. No sabemos poner controles que sirvan para ser más felices, creyendo que afectan directamente contra la felicidad el no poseeerlas. 

No sabemos poner límites a nuestros hijos y nos creemos que todo tiene un calor relativo. No me atrevo a decir que somos una sociedad nihilista pues creo que todavía —como conjunto social— no hemos llegado a eso, aunque estemos deseosos de seguir caminando en su búsqueda.

Nunca se ha vivido tan bien como ahora en todo el mundo, aunque haya tremendas diferencias entre países y entre Grupos Sociales dentro del mismo país. Hay mucha hambre, crecen las desigualdades, pero aun así seguimos teniendo valores de entrega, aunque cada día sean menos las personas que se entregan a otras personas. 

Somos más egoístas, pero la vida nos sigue facilitando disfrutar de lo remanente ¿hasta cuándo?

El sociólogo Gilles Lipovetsky nos responde en El País Semanal a varias cuestiones, pero he elegido una que habla de soluciones.

¿Qué soluciones propone?

La gente se siente insegura por todo. Globalización. Inseguridad urbana. Inseguridad identitaria. Inseguridad ante la inmigración. Inseguridad medioambiental. Inseguridad sanitaria y alimentaria. Vivimos en una cultura de la ansiedad. Frente a esa ansiedad ya no tenemos ni ideologías ni soluciones políticas que ofrezcan alternativas reales. Y esto resulta explosivo. El Estado-providencia retrocede, los sistemas de protección social también, lo mismo las pensiones, crece el paro…, y no hay que exagerar, no vivimos peor que antes, al contrario, vivimos mejor, pero antes la política ofrecía una especie de sueño, de promesa, y hoy ya no hay promesas que valgan. Y claro, luego está el problema de las aspiraciones.