Vendemos horas de vida, para comprar cosas para vivir.
Cuando más caras son las cosas que compramos, más horas de nuestra vida tenemos que entregar a cambio.
Si ganamos 1.000 euros al mes y trabajamos 20 días nos pagan 50 euros al día. Si trabajamos 8 horas nos sale la hora a poco más de 6 euros la hora. Necesitamos 15 minutos de nuestra vida para tomarnos un café y casi un mes de nuestra vida para comprarnos un teléfono móvil nuevo. ¿Y cuantos meses de nuestra vida para poder comprar una vivienda?
En el caso de los gastos elevados, estas cuentas no nos sirven. Un teléfono móvil no nos cuesta lo mismo que un mes de nuestra vida aunque nos lo creamos con las cuentas de la vieja que hemos puesto antes. Porque tenemos unos gastos fijos y necesarios que en ese mes tenemos que realizar, queramos o no, deseemos comprarnos el teléfono o no. Para el teléfono solo podemos dedicar el ahorro o la deuda.
Hay que comer, vivir en una habitación y pagar la luz y el agua, e incluso cambiarnos de vez en cuando de ropa. Así que esos 1.000 euros del teléfono pueden ser casi el ahorro de un año de nuestro trabajo… o solo unos días, depende de nuestros ingresos.
Es posible que tengamos que trabajar un año para poder comprarnos el teléfono, pues en ese año tenemos unos gastos fijos que se llevan gran parte de nuestros ingresos, de nuestros días de trabajo. Pero a su vez hay personas que con el trabajo de un solo día se pueden comprar ese mismo teléfono, pues para ellos los gastos fijos no representan casi nada.
Por eso, cuando decidimos cambiarnos de teléfono móvil hay que analizar cuántas horas reales de nuestro trabajo le vamos a entregar a Apple o Samsung. Tal vez así nos venga a la cabeza la idea de que nuestro trabajo, es decir, nuestra vida vale mucho más que un teléfono móvil nuevo.
Y a su vez cuando decidimos qué queremos hacer con nuestra vida a la hora de estudiar o trabajar, hay que pensar que estamos decidiendo el precio que tendrán todas las cosas que compremos, en valor de horas de nuestra vida.
Cada "cosa" tiene un precio muy distinto para cada consumidor, según el sueldo que este logra cobrar vendiendo sus horas de vida.