Analizan convertirse en autónomos, microempresarios, emprendedores
de sus propios oficios o de otros.
Pero ser emprendedor o
convertirse en empresario de su propios puesto de trabajo no es tan sencillo
como invertir para crear un puesto de trabajo que uno mismo utiliza.
Es algo
mucho más elevado, más complejo, que requiere más análisis, si queremos que
funcione en el tiempo. Que no sea un salto hacia delante sin valorar los riesgos.
Nadie es emprendedor o sirve para autónomo, si antes no
está seguro de sí mismo, tiene una gran idea muy estudiada, quiere trabajar
mucho más que antes asumiendo riesgos y sobre todo se pone la meta de querer ganar
mucho más dinero.
Lo siento, pero todos debemos entender que nada funciona en
el mundo de la empresa, si antes no queremos ganar dinero con nuestra decisión
de emprender e invertir. Eso es básico.
No se trata de crear un puesto de trabajo para
sobrevivir, hay que estar seguro de que nos vamos a hacer millonarios. Luego ya
vendrá la dura realidad para frenar nuestras intenciones y pretensiones, pero antes
hay que partir del deseo de “ganar mucho dinero”. Sobe todo por que los riesgos son también altos.
Para ser un
microempresario tienen que analizar qué vas a aportar tú al mercado, qué es
diferente y mejor de lo que ya existe, cómo vas a poder rentabilizar tu inversión.
Si no estás
convencido de que contra el riesgo que asumes está la innovación de lo que vas
a ofrecer, lo mejor es abandonar el proyecto. Recuerda que tan importante es
crear como vender.
Tan necesario es innovar como saber comercializar.
Un emprendedor nace con
una personalidad diferente que va ayudando a crecer con una experiencia laboral
o formativa adecuada.
La mezcla de estos dos factores es fundamental. Hay que
tener experiencia y aprender a ser emprendedor, pero también hay que tener una
personalidad determinada a saber sufrir, invertir asumiendo riesgos, tener empuje
para abrir puertas, saber empujarte a ti mismo hacia el riesgo.
Es cierto que el
desempleado de larga duración, nos acerca peligrosamente a la decisión de emprender la
creación de su propio puesto de trabajo, a veces sin analizar bien la decisión.
Personalmente creo que a partir del
sexto mes de desempleo hay que empezar como tarde a plantearse esta
posibilidad.
Y que a partir del año de desempleo, es casi la única posibilidad, ante crisis de empleo sin final claro, para poder reengancharse al mercado
laboral.
Pero se necesita un
capital que no podemos valorar aquí, pues hay tantos proyectos e ideas como capital
posible para edificarlo.
Y que cuando se lleva mucho tiempo en el desempleo, los
miedos al futuro agarrotan las decisiones de invertir las reservas. Y al final
terminamos buscando ayuda exterior.
Acudimos a amigos, familiares o inversores “locos” que nos pueden lanzar una ayuda a costa de una parte del negocio, tras convencerles.
Acudimos a amigos, familiares o inversores “locos” que nos pueden lanzar una ayuda a costa de una parte del negocio, tras convencerles.
Mal inicio, pues la idea ya no nos pertenece a nosotros en su totalidad y
tendremos que trabajar para nosotros y para “los otros”. Pero menos es nada. Tener socios que solo aportan el dinero inicial no es lo aconsejable.
Debemos empezar a buscar
ayudas también en organismos públicos, para que al menos analicen nuestros
proyectos, sean sinceros, nos enseñan sus puntos flacos y las necesidades que
tendremos en el corto y medio plazo.
No nos van a dar dinero, pero los consejos
valen mucho y su análisis nos pueden evitar pérdidas grandes.
Es muy importante
que alguien “desde fuera” nos sea sinceros, nos analice todo el conjunto de
nuestras necesidades y decisiones próximas, para saber qué podemos hacer para
complementar con algo de seguridad nuestra proyecto.
Nadie es infalible, pero
al final, un buen consejo nos puede ayudar mucho más que una financiación
interesada.
Es posible que tú necesites 10.000 euros, pero a otras personas eso no les supone ningún esfuerzo y pueden jugar a jugar o a ganar sin perder, y a no son tan amigables como parecen cuando hay necesidad.