Decía y avisaba Baltasar Gracián que no es lo mismo mentir que no decir toda la verdad. Y que a la hora de transmitir la verdad hay que tomarse su tiempo, sopesar lo que se dice, asumir que decir la verdad es abrir el corazón, y que tan importante es saber decir la verdad como saber qué hay que callarse.
Mentir es perder la credibilidad, pero decir toda la verdad, sin mesura, es de tontos, pues…, ¿qué queda después? El vacío. No por decir la verdad eras má bueno. Alguna vez tendrás que mentir, como nos sucede a todos, y si te pillan serás tratado mucho peor que los que mentimos a veces, por perder todo el crédito al ser tenido por una persona que se vacía de todo enseguida y si mientes una vez es que has mentido siempre.
Pero añadía algo más y muy importante.
“No todas las verdades se pueden decir. Unas porque me importan a mi. Otras porque le importan al otro”
Medir y dosificar las verdades no es mentir. Es comportarse con inteligencia emocional, es saber dosificar la vida.