Cuando llevas muchos años dentro del estamento escolar ves algo muy curioso, triste y admitido por todos como inevitable. Los profesores se dividen en dos clases. Los que cumplen al 75% su función y se escaquean del 25% restante, y los que cumplen al 200% su trabajo y son el motor de cada centro escolar, de la formación de sus alumnos, de los horarios añadidos, de las funciones que “se inventan” para que sus alumnos están motivados y las familias muy informadas y participativas.
Unos profesores viven del trabajo de otros profesores, aunque estos profesores con pasión se callen (o no).
Y no tienen nada que ver su actitud ni con la edad ni con los años de profesión.
La pasión del maestro es la pasión lógica por mejorar al ser humano, por intentar que las personas sean mejores, trabajando desde las edades en las que todo es posible.
La pasión del maestro es la pasión lógica por mejorar al ser humano, por intentar que las personas sean mejores, trabajando desde las edades en las que todo es posible.
Un profesor con pasión está al día, muestra sus conocimientos y los interpreta según los tiempos, da la luz y la alimentación a la curiosidad de los alumnos, y que sobre todo intenta no romper esa calidad libre que traen los niños desde sus formas para que sigan siendo ellos, diferentes y no comunes y homogéneos.
Un maestro está para potenciar, para alentar, para añadir. Nunca para romper locuras, excepto que sean muy negativas para la persona. Cada alumno es distinto y por eso cada formación siendo común, debe intentar no destruir las particularidades de cada alumno.
Un profesor con pasión se nota desde lejos porque sonríe, porque no se queja de sus alumnos, porque admite que su trabajo es complejo, complicado y muy duro, porque no sale el primero ni se pone las actividades ajenas a clase en cualquier hora con tal de que sean válidas.
Un maestro está para potenciar, para alentar, para añadir. Nunca para romper locuras, excepto que sean muy negativas para la persona. Cada alumno es distinto y por eso cada formación siendo común, debe intentar no destruir las particularidades de cada alumno.
Un profesor con pasión se nota desde lejos porque sonríe, porque no se queja de sus alumnos, porque admite que su trabajo es complejo, complicado y muy duro, porque no sale el primero ni se pone las actividades ajenas a clase en cualquier hora con tal de que sean válidas.
Un maestro válido con pasión es profesor las 24 horas del día, como los médicos o los policías con pasión.