A la educación española ya solo le faltaba la pandemia para no lograr los mínimos objetivos que cada vez se necesitan más alcanzar para no perder el tren europeo, sobre todo en cuanto a los números de abandono escolar. Los meses de cierre presencial en los colegios —un gran error inadmisible— han sido una marca española de las equivocaciones que no somos capaces de revertir. No estamos preparados para las clases por internet, menos lo estábamos en marzo de 2020 sobre todo en algunas zonas sin cobertura de calidad en un internet mal repartido, pero también en cuanto a la formación necesaria de algunos profesores que nunca se habían visto en esto y tuvieron que abrazarlo de forma muy rápida. Y sin duda, familias sin suficiente calidad de conexión a internet o de espacio en sus hogares para clases no presenciales.
En España el cierre de colegios afectó a unos 10 millones de alumnos, más de ocho de ellos en etapas de educación obligatoria. Unos números excesivos que suponen por una parte la pérdida de algunos contenidos educativos pero por otra la pérdida de valor del colegio como institución, como parte muy importante de nuestras vidas. Había que defenderse de la pandemia, pero nadie pensó en abrir zonas de exterior, ni en tener los colegios abiertos de forma presencial durante días alternos según apellidos para que no hubiera tanto alumno, ni tampoco en crear una programación especial en la televisión pública con contenidos únicamente formativos reglados.
Lo curioso es que los efectos de este cierre de los colegios no afecta por igual a todos los alumnos. Las diferencia son tremendas entre alumnos con poder económico que pueden permitirse profesores particulares y tienen en sus hogares todo lo necesario para paliar en parte la no presencialidad y alumnos que por diversos motivos van más rezagados, son menos capaces de defender sus familias este servicio muy esencial, dejando que la exclusión social se convierta en un mayor problema.
El problema que no vamos a ser capaces de detectar es cuantos alumnos a partir de esos meses de cierre presencial desde marzo a septiembre, han abandonado la escuela definitivamente o la han tomado como algo superfluo a la que acuden por obligación familiar. El abandono escolar lo medimos por el número de niños que no van a la escuela, pero hay otro gran número que van y no quieren ir, o su presencia es absolutamente insuficiente.
La educación es un derecho fundamental sobre el que se asiente gran parte de los trabajos para evitar la exclusión social y el empobrecimiento.
A una parte de la sociedad, cegata y viejuna, le parece bien que haya pobres son formación para que llenen la bolsa moderna de esclavos, pero a cualquier país que su sociedad no esté bien formada es un problema que afecta a todos.
Hay que aumentar la financiación de la educación pública, dotarla de más calidad y control, de más presencialidad moderna, pero a la vez hay que poder dotar de muchos más complementos para que esa educación no sea solo el acudir a clase presencial. Hay que trabajar mejor la relación con la educación concertada, aprender de ellos algunas cosas y no permitirles que con dinero público tomen algunas decisiones claramente excluyentes.
Lo de menos es cómo llamamos a las Leyes Educativas, lo que hay que hacer es querer tomarse en serio que la educación es uno de los pilares de la sociedad del futuro. Ya no sirve de nada tener un porcentaje de tontos útiles para que hagan de obreros baratos como en el siglo XIX, ahora todos tenemos que estar MUY preparados si queremos que el país salga adelante.