Es por eso que hay que tener recursos a mano para controlar estos momentos de bajada de las defensas emocionales. Consejos o pautas que te aporten alguna solución temporal desde varios puntos, bien hablando con los profesionales dedicados a la salud mental, acudir a un libro, un familiar, o alguien conocido que ha pasado por algo similar.
Porque muchas veces nos entiende mejor quien ha sentido en sus carnes la ansiedad, la depresión o un hecho traumático (un accidente, una enfermedad…) que el personal sanitario que, sí, entiende mucho sobre la teoría, sobre medicaciones o consejos generales útiles en caso de urgencia y para saber controlar, a veces, una situación, pero las habilidades sociales son muy necesarias en estos casos y no siempre se tienen.
Por otro lado, el personal de salud mental te atiende cada tres/seis meses (o más) en la sanidad pública, y si por un casual el día de consulta estás más animado/a por lo que sea, pues te ve mucho mejor, y considera que lo que le cuentas es normal, y tal vez al día siguiente —o a la media hora de salir de la consulta— te de una llorera, una crisis ansiosa y no tienes ganas más que de estar dentro de la cama.
La mente es muy incierta y no se controla fácil.
Por ello cada vez creo más en esas personas que nos conocen y entienden nuestras situaciones, que saben cuando queremos un abrazo, estar solos o salir a tomar un café para hablar, para soltar basuras o pensamientos.
Creo en la madre que te seca las lagrimas y te calma si estás nervioso, en la amiga que te saca de compras y te abraza, en los amigos que te llaman y se inventan cualquier cosa para hacerte reír.
Por ello cada vez creo más en esas personas que nos conocen y entienden nuestras situaciones, que saben cuando queremos un abrazo, estar solos o salir a tomar un café para hablar, para soltar basuras o pensamientos.
Creo en la madre que te seca las lagrimas y te calma si estás nervioso, en la amiga que te saca de compras y te abraza, en los amigos que te llaman y se inventan cualquier cosa para hacerte reír.
Porque todo eso, la risa, los abrazos, las tardes de cervezas al sol, los viajes improvisados, las amistades y la pareja, son una buena medicina, se pueden tomar sin receta, y no hay que esperar meses para que te atiendan.
Unas veces basta con descolgar el teléfono, otras, simplemente con creer que tú y solo tú, puedes con todo.
Arual 1812