Estamos a horas de entrar en un día de huelga general. Un día de Huelga General que no se debería haber producido pues no es positivo para la economía del país. Pero los errores de Zapatero han llevado a la inevitable decisión casi inútil, de tener que convocar los sindicatos una huelga general.
En este siglo no entran las huelgas generales como solución. Espero. Pero a los sindicatos se les ha puesto contra la pared y han tenido que elegir lo más sencillo, lo más conocido para defenderse.
Efectivamente las decisiones sobre reformas laborales hacen inevitable la reacción de la sociedad, aunque la inmensa mayoría no apoye la huelga general pues nos estamos acostumbrando a ser muy dóciles. La desafección política de la sociedad lleva al apaciguamiento, que es siempre —y ojo con esto— con la reacción posterior de una violencia extrema. Si la sociedad entiende que sus actos no sirven, se calla y soporta; pero a medio plazo si se les sigue apretando las tuercas, reacciona como ya sólo saben hacer los animales, con un grado de respuesta desaforada. Ha sido así siempre, en todos los países y sociedades en los que tras el aborregamiento general se sigue abusando desde el poder.
Será casi imposible que mañana sea un empate, la situación más lógica para que no dañe más la economía. Tan necesario es que España no pierda credibilidad como que no la pierdan los sindicatos. Por eso lo que pueda suceder mañana lo tendremos que ver con pinzas mientras oramos en silencio por que no suceda nada de lo que nos tengamos que arrepentir pasado. Se trata de pasar el día convencidos todos de que estamos en huelga aunque no lo estemos, sin que se cometan errores de bulto, y de que el jueves los líderes sindicales sean llamados a consultas por Zapatero. Así de teatral, así de sencillo. Espero que se sea inteligente.