Acabada la Navidad no toca mirarnos la tripa y el bolsillo, no sé bien en qué orden. Entramos en una cuesta peligrosa, que más bien será cuesta abajo, de la que tendremos que salir si o si, pues no hay otra. Así que prohibido flagelarse, ponerse melancólicos y pesimistas pues hay que currar de lo lindo para salir de esta crisis al menos con lo puesto. No esperemos que nadie nos ayude, pues debemos ser nosotros los primeros en apretar los dientes y empujar.
Pero la crisis no afecta por igual a todos los territorios de esta España invertebrada; tanta diferencia existe que en algunas zonas casi ni la han notado y por las calles comerciales o por las zonas de ocio las crisis sólo están en boca de quien gusta quejarse para intentar medrar. Luego estos malos que nos afectan no son males endémicos que como castigo divino nos vienen dados por no sabemos bien qué pecado, sino problemas estructurales que hay que resolver; no son problemas que no conozcamos o no sepamos atajar pues en algunas zonas de nuestra España los tienen ya solventados. Si se miran las cifras del desempleo, se ven las desigualdades y las zonas que separan más que unen a una España a la que muchas veces señalamos como separatista cuando en realidad nada desune más que las desigualdades económicas. Y no se trata de quitar a unos para tapar las bocas de otros. Se trata de saber qué se hace en unos territorios en los que les va bien, para hacerlo también en los que las cosas van entre mal o muy mal. Hay que aprender de nosotros mismos y quejarnos mucho menos. En todos hay el mismo gobierno central, las mismas leyes (o casi), parecidos climas. Son factores importantes en sociología. Quedan las personas y sus costumbres o circunstancias.