Saber delegar es básico para ser eficiente y un buen directivo. Pero debemos asumir que no es fácil, que hay que aprender a delegar y que algunas personas por su personalidad NO SIRVEN para delegar, lo que nos indica que tampoco sirven para ser directivos. Delegar no es desentenderse de una función, es un proceso en el que se entrega o delega una función o gestión, pero a su vez se sigue teniendo la responsabilidad y autoridad sobre el acto y sus consecuencias posteriores.
Y además delegar es dejar que la persona que tenga que realizar la tarea (aunque sea tu responsabilidad) la haga con parte de sus propios criterios.
Delegar es entregar para que un trabajo sea compartido, y además de la tarea, en ese proceso hay que entregar una cierta libertad de acción. El talante de quien delega es fundamental pues hay que dejar la gestión en manos de otra persona y NUNCA LA REALIZARÁ exactamente como lo haríamos nosotros.
Delegar es sobre todo explicar muy bien, es comunicación y confianza, es saber elegir los componentes de tu equipo, es saber motivar a quien le encargas la tarea bajo tu responsabilidad final, es dejar en manos de un colaborador las tareas que te ofrecerán a tí un tiempo libre para utilizarlo en más tareas diferentes.
No todo se puede delegar, por ejemplo es ilógico y un claro error delegar decisiones sobre objetivos, sobre otras personas a título individual, sobre equipos de trabajo y su organización, sobre responsabilidades, sobre la capacidad de motivar o de premiar y reprender, y sobre contactos finales con proveedores internos o externos.
Delegar es MUY positivo, pero a la vez es aceptar que sigue siendo de tu responsabilidad los resultados finales. Nunca se delegan las responsabilidades ni para bien ni para mal. Y eso hay que aceptarlo por todas las partes.l