Hablábamos antes un momento sobre la felicidad, algo que a veces nos parece inalcanzable. Y es cierto que siendo imprescindible en la vida, al menos de vez en cuando, no siempre es sencillo llegar a ella. La felicidad y su contrario, la infelicidad, están bien repartida aunque pensemos que no. Todos las disfrutamos o las sufrimos, seamos feos o guapos, ricos o pobres. Y todos tenemos que aprender a vencer a la infelicidad.
No depende la felicidad de nuestra capacidad económica, de nuestro lugar de vida, de nuestra mochila. Hay felicidad en pueblos pequeños o en grandes ciudades, la hay en países pobres y en sociedades que nos parecerían a nosotros imposibles.
Se decía hace años que la felicidad tiene tres componentes: Salud, Dinero y Amor. El orden lo puso la rima de la canción. Y sí, más o menos serían los tres elementos básicos, pero con muchos matices.
La salud sin ninguna duda junto al amor son dos componentes básicos e imprescindibles para esa felicidad. Es más complicado lograrla si falla el amor y la salud. Pero del dinero hay mucho que decir.
Ayuda a la felicidad el tener la media económica de la sociedad en donde estás incluido. Pero de la sociedad pequeña que te rodea, no de la media de tu país. Se puede ser feliz viviendo con poco si es elegido, dentro de una sociedad que necesita poco para ser feliz. Y al contrario se puede ser muy infeliz dentro de una sociedad de opulencia donde los errores se multiplican para nada.
La mayoría de los elementos que nos pueden producir felicidad son gratuitos y de libre consumo. El aire del día a día, la naturaleza, el agua, las buenas compañías, el amor, la sonrisa, el tacto, la lectura, el humor, el trabajo o la autoestima son bienes que se pueden alcanzar con facilidad. Sí, me refiero al trabajo como ejercicio vital para sentirnos útiles, aunque a veces sea muy complicado que te paguen por ello.