Una vez que hemos vencido "la cantidad" como elemento que propicia la rentabilidad de un negocio, de un proyecto, con tecnologías cada vez más capaces de modular las actuaciones de todo tipo, sean servicios, producciones o ideas, nos queda el siguiente reto, mucho más complicado de hacer bien.
"La calidad"
Es muy fácil lograr la cantidad necesaria hasta lograr que "algo" sea rentable. No tanto conseguir vender esos "algo" y con ello encajar la producción con el stock y la rentabilidad. Lo que separa la posibilidad de que eso se produzca sin muchos problemas es "la calidad".
Cuando hablamos de calidad no estamos refiriéndonos solo a un producto duradero, sino que sobre todo llene las expectativas del comprador. Pero también que produzca un valor añadido a los mismos servicios de la competencia, que detrás y dentro tenga un equipo de soluciones por si algo falla, que tenga un proceso de mejora continua, que esté dentro de una organización que haya comprobado todos los procesos del servicio o la producción, que contenga parte de un proceso de economía del bien común, que sea ético el producto y sus relaciones laterales con lo que le rodea en el mundo empresarial, que sea parte de una marca seria que busca seguir contando con los mismos clientes.
La calidad total es el valor añadido de los nuevos tiempos que lleva alguna década procurándose como elemento diferenciador a la hora de entrar en mercados nuevos pero sobre todo de no salir de ellos empujados por una competencia cada vez más dura. Los departamentos de calidad ya saben que no solo es necesario hacer partes de no conformidad, de mejora de procesos, de control de proveedores, de optimización de los tiempos o de mejora de las relaciones laborales. Ahora también hay que analizar aquellos conceptos mucho más complejos de dejarse analizar como la relación financiera, la innovación, las inversiones, las mentalidades directivas, el tamaño de las empresas, el crecimiento o descrecimiento, etc.