Nos gusta besar, necesitamos besar. Necesitamos sobre todo que nos beses, aunque no sepamos bien el motivo. Se cree que en nuestra evolución tenemos el recuerdo interior del acto de amor más importante para nosotros cuando más débiles éramos y más necesitábamos la ayuda del amor de otra persona. Cuando éramos primates y tras el periodo de lactancia que es una forma de besar el cuerpo de nuestra madre, ésta y nuestro padre nos daban de comer desde su boca, acercando sus labios a nuestra boca. Pero no siempre había comida cuando había hambre y los padres tenían que “engañar” a sus bebés con los mismos actos que cuando habçia comida, acercando los labios y transmitir saliva.
Un beso nos activa, estimula una serie de hormonas muy importantes en nuestra felicidad. La oxitocina y la serotonina son las más importantes. No es casualidad que un beso nos guste, nos haga subir el deseo, la tranquilidad, el acercamiento, esa visión diferente de que quien te ha besado es maravilloso. Las neuronas sensoriales de los labios se ponen a funcionar y a decirnos que aquellos es maravilloso, que es el momento de iniciar las emociones fuertes, de explorar más compatibilidades. Hay que besar pero cuidado, también los besos pueden ser el inicio de un fracaso. No todos los besos son positivos ni abren puertas.