Los padres tenemos dudas sobre qué hacer en esa relación complicada y muy actual entre nuevas tecnologías y nuestros hijos pequeños. Son dudas lógicas por el desconocimiento de lo nuevo, pero además son dudas porque no tenemos una única respuesta, cada familia intenta comprender la nueva situación de diferente modo.
Hay familias que intentar frenar la entrada de las nuevas tecnologías en sus hijos, retrasar en todos los años en que sea posible su implantación familiar. Es una pelea compleja, con incierto éxito, y que se basa en que lo nuevo si no está bien controlado puede ser peligroso.
Hay familias que al revés que las anteriores, saben que las nuevas tecnologías les sirven para entretener a los niños, creen que es imposible poner coto a lo que está entre todos nosotros y que ellos nos ven utilizar constantemente, y son familias que no le dan mayor importancia al uso de sus hijos incluso muy pequeños en todas estas herramientas.
Decía Aristóteles que en el medio está la virtud. Realmente dejó escrito: “La virtud es una disposición voluntaria adquirida, que consiste en un término medio entre dos extremos malos, el uno por exceso y el otro por defecto”.
Excesivas veces valoramos solo "la cantidad" de la exposición de los niños a las nuevas tecnologías, cuando posiblemente lo grave y preocupante no sea tanto la cantidad como la calidad. No es cuestión de horas, sino de contenidos.
En internet está todo. Como en la vida.
Con las nuevas tecnologías nuestros niños puedes acceder a todo, y a nosotros nos cuesta mucho más que antes poderlo controlar, frenar o dirigir.
Posiblemente ese sea el problema, que el uso y control de las nuevas tecnologías sea para los padres algo más complicado que "dejar hacer" o que incluso prohibir, dentro de lo complejo que resulta impedir o controlar su uso entre los niños y adolescentes.
Tenemos que admitir que los tiempos son nuevos, tanto en internet como en televisión, en periódicos o en empleo, alimentación o posibilidad de estar jugando en la calle.
Son otros tiempos a los nuestros.
Y tenemos que aprender a esa adaptación, como hicieron muchos de nuestros padres que pasaron de vivir y crecer en pueblos pequeños a tener que educar a sus hijos en ciudades grandes.
Las nuevas tecnologías pueden ser imprescindibles para crecer en formación y en opciones, incluido el entretenimiento, pero lo grave no es el vehículo, sino a dónde queremos ir con él, qué velocidad deseamos tener, cuantas ventanas abrimos a las nuevas tecnologías.
Aprender a controlar no es lo mismo que prohibir. Saber educar con las nuevas formas actuales puede ser más eficaz que prohibir su uso.