Casi todas las religiones tienen como último motivo el Alma, la Transición a la Muerte, la Vida Eterna, la Resurrección, el Más Allá, el Cielo, etc. Casi todas intentan explicarnos y explicarse qué hay después de la muerte. Buscan las religiones unas respuestas al hecho fácil —o muy complejo— de estar aquí sin saber ni el motivo, ni el por qué, ni el para qué.
Ante esto podemos empezar planteándonos una primera cuestión imposible de responder. ¿Por qué somos como somos? ¿Qué ha hecho posible que la suma de ADN, de células dispersas y diferentes hayan logrado por selección o por construcción divina que seamos como somos? ¿Que tengamos este presente y tengamos un final del que desconocemos su realidad?
Si hacemos caso a los códigos que nos conforman, a lo que llamamos ADN, los humanos compartimos casi el 60% de los códigos y cifras de ADN que tiene un plátano, compartimos un 80% con los ratones y un 96% con los chimpancés.
Un chimpancé se diferencia de un humano en un 4% de ADN, pero con un plátano nos separa un 40%, solo diez veces más de lo que nos separamos con un chimpancé. Como poco es curioso y nos debe hacer pensar sobre nuestra composición y lo frágil que es nuestra forma de vida.
Pensando fríamente lo lógico es que creamos que nuestra diferencia entre un plátano y un chimpancé sea más de 10 veces de distancia. Pero parece que no.
Por ello y ante tantas dudas incluso la mayoría sin saber todavía que no las sabemos o que no somos capaces de preguntárnoslas, buscar respuestas sobre qué sucede tras la muerte es algo que ha sucedido desde tiempos ancestrales, y todas esas dudas se han ido transformando en diferentes religiones.
Un Dios, varios Dioses iguales, una Trinidad, un Dios principal y varios Dioses secundarios, etc. Si somos católicos —al menos teóricos— tenemos que reconocer que somos politeístas pues tenemos la Santísima Trinidad, y además un sin número de Santos y Santas con capacidad de gestionar milagros.
Todas estas religiones se mueven sobre un Dios que además de ser Superior es el único que entiende todo lo que nos va a suceder, lo que vendrá después de marcharnos, si es que viene algo.
Es pues una figura que sabe mucho más que nosotros, pues en realidad como sociedad —no a título individual— necesitamos siempre a alguien que sepa más que nosotros, que sepa sobre lo que desconocemos.
Es curioso que de existir ese Dios o esos Dioses, como no los conocemos no sabemos si realmente sabrían responder a todas nuestras dudas. Creemos en ellos por esa Fe de que como son superiores… lo saben Todo. ¿Todo o solo una parte?
No todos abrazamos las religiones, por exceso o por defecto. Surgen desde las que no creen en nada a los que creen un poquito, para trasladarnos a los que creen en casi todo: en las cartas, en las velas o en los sapos. Siguen siendo personas que buscan respuestas.
Luego estamos los llamados agnósticos, que aunque parezcamos una familia unida, somos la hostia. No es que no creamos en Dios, o que incluso no creamos en nada, es que depende. Somos de tantas clases como los Cristianos.
Diríamos que no creemos en ese Dios fabricado por los humanos, pero muchos admitimos que "algo" sí debe existir, sin saber qué. Aunque hay otros que aseguran que es imposible que exista ningún Dios, mientras otros dicen que efectivamente no existe Dios simplemente porque nuestra inteligencia no es capaz de descubrir su existencia.
Finalmente hay otros agnósticos a los que se la trae al pairo ser agnósticos y dicen que no solo no existe, sino además es que no es necesario que exista ni tampoco que nos lo preguntemos.