26.11.22

¿Estamos pobres o nos sentimos pobres?



Es curioso pero real en España y en otros países de Europa. Vemos mal la economía de nuestra sociedad, creemos que lo está pasando mal y así respondemos en las encuestas, pero al contrario, creemos que no sucede lo mismo con nosotros. A nosotros nos va mucho mejor que a los que nos rodean.

Podría ser que a una parte de la sociedad esto le estuviera sucediendo realmente. Que perciban que la sociedad está mal, pero que ellos están bien. 

Pero entonces —y para compensar esas mismas encuestas— también sucedería lo contrario, que percibiríamos que nosotros estamos mal pero que la sociedad o el país está mejor que nosotros.

El pesimismo grupal y social en España es muy alto y aunque no creamos ser nosotros mismos los que lo estamos pasando mal, sea la que sea nuestra situación, creemos percibir que los demás lo están pasando peor que nosotros. 

Y eso es cierto, pero no en el tamaño de cantidad y grado de lo que percibimos.

Dicho de otro modo.

No hay tantos españoles que lo están pasando muy mal, pero a su vez los que lo están pasando mal o muy mal, lo están pasando mucho peor de lo que percibimos o imaginamos. La pobreza muchas veces se esconde.

Un 63% de los españoles responden que su situación personal económica es entre buena y muy buena.

Pero solo un 17% creen que la situación de España es buena o muy buena en temas económicos.

Si preguntamos al revés, más del 73% de los españoles creen que la situación en España es mala o muy mala, pero solo el 36% consideran que su situación económica es mala o muy mala.

Es un claro ejemplo del pesimismo colectivo que se traduce de forma similar ante problemas graves, sean de empleo, de vivienda o de seguridad. 

Curiosamente es una situación similar a la de Alemania o Bélgica, incluso a la media de la UE. Y es realmente más preocupante en Grecia o Portugal, en donde los datos entre apreciaciones personales o de sociedad son mucho más similares. Eso lleva a una mirada más real de las opciones económicas de esos países.

Es un concepto de cierto optimismo hacia lo propio y de un crecimiento del pesimismo hacia lo colectivo como “una tendencia establecida en esta sociedad moderna”, según indica Antonio Lucas, profesor del departamento de Psicología y Sociología de la Universidad de Zaragoza.

Hay también un componente psicológico importante. Muchas personas no quieren decir que les va mal, se lo callan incluso por propia seguridad, creyendo que verbalizarlo o comentarlo supone un estigma, una dificultad añadida.

Un detalle que se observa en los estudios de calle es que la pobreza es mayor a la que se dice, pues muchas personas con graves carencias lo sufren en casi silencio, sin pedir ayuda, sin casi comentarlo por diversos motivos incluso culturales o religiosos.

Julio Puente