No nos debe preocupar nada o mucho menos lo que opinan los demás de nosotros. Tenemos margen de maniobra entre "Nada" y "Muy poco". Y en cambio nos tienen que preocupar mucho más lo que opinamos nosotros de nosotros.
Nosotros somos lo único que tenemos. Y eso no es ser egoísta.
Ser egoísta depende del uso que hagamos del "YO" y no de creer que somos lo único que realmente tenemos. Debemos querernos más, respetarnos más, valorarnos mucho más. Y eso no es ser egoísta.
Incluso diría que las personas que se quieren o respetan poco o muy poco a sí mismas, pueden ser más egoístas que el resto.
Y sin duda más peligrosas, pues creen que les rodean y les atacan, cuando son ellas mismas —al no ponerse en valor— las que ven enemigos por todas partes, y sienten la necesidad de tener que defenderse.
Volvamos al principio. Pongámonos en valor nosotros mismos, y de esa manera podremos repartir hacia los demás nuestro positivismo, nuestra capacidad de pensar que sí es posible ver soluciones.
Hay una tendencia curiosa en estos tiempos, en contraposición a lo comentado anteriormente, y que es volver al primitivismo, pero bien entendido.
¿Y si fuéramos más primitivos, más como nuestros ancestros, a la hora de entender la vida, la relación, la convivencia?
Durante siglos hemos tenido muy claros quien eran nuestros enemigos —los de fuera—, y en quien deberíamos confiar —los de dentro—.
No desconfiábamos de todos, era imposible pues estaban muy cerca, los teníamos al lado en la silla de la calle, en la tienda del pueblo, en la huerta compartiendo el agua, en el trozo de campo a donde todo el pueblo iba a cagar por sexos.
En esos tiempos estaba muy claro el odio y la amistad. Ni todos eran buenos ni todos malos. Y cada uno se tenía que defender a base de ponerse en valor.
Ahora todo se ha ido convirtiendo en pequeños espacios cerrados en vez de en lugares muy abiertos, y nos cuesta detectar a los buenos de los malos, y en ese error no sabemos valorarnos bien. Y para defendernos creemos a veces que lo mejor es pensar que todos son malos.
Si cada uno de nosotros somos solo un poco mejores a base de serlo con nosotros mismos, podremos repartir mejor esa tranquilidad social que se necesita.