Tras el anuncio de rescate a España, disfrazado de tontadas y mala comunicación, ayer la Bolsa y la prima de riesgo reaccionaron mal. Lógico si nos atenemos a lo que en realidad está sucediendo. No se puede engañar. Esto es básico en Europa. Es básico cuando llamas a la puerta de un banco o empresa a solicitar ayuda. Para que crean en ti debes demostrar que eres fiable, que no mientes. O que si lo haces demuestras inteligencia suficiente para mentir bien.
No nos han concedido nada de dinero. Nos lo han apalabrado, pero todavía no lo tenemos. Es una preconcesión que ya veremos en qué queda al final. Pero mientras tanto nos ponemos chulos en los discursos, sin sopesar que nos escuchan. Todos nos miran y hablan de nosotros.
No sabemos en cuanto tiempo lo tendremos que devolver, a qué interés nos lo conceden, con qué tipo de amortización, con qué condiciones escritas en pequeño pero con ideas muy grandes.
Nos estamos creyendo que no es necesario que lo sepa el ciudadano, sin percatarse que en estos tiempos si no lo sé yo, es que no lo saben los mercados. Si tú no te has enterado, no lo saben los periodistas y es por que tampoco lo saben los que lo tienen que saber. Si solo lo sabe Merkel, Rajoy y Durao no lo saben los que especulan y es lógico asegurar que no creerán en las soluciones hasta que las conozcan bien.
Para que te concedan un crédito tienes que demostrar (al que presta) que tienes lo suficiente para pagarlo, venga la tormenta que venga. Si vamos de chulos, de sobrados, de pobres o de mentirosos, no nos atenderá el director de Europa, perdón, del banco.
La credibilidad es muy complicado de conseguir, pero se pierde en pocas medidas con errores de bulto.