Los niños pequeños no se equivocan cuando
al ver un pollo en su corral le dicen ¡pájaro!; o cuando al ver unas ovejas
pastando dice: ¡perros!
Los niños aprenden edificando sobre lo
que ya han aprendido antes. Crecen sobre lo que ya saben.
Por eso es
fundamental que vayan aprendiendo constantemente pues eso les facilita aprender
más rápido y mejor de una manera sencilla y más rápida.
Para que los niños sepan diferenciar
entre una paloma, un pollo (vivo por supuesto) y un canario, tienen que ir paso
a paso.
Según el tipo de sociedad donde vivan conocerán antes una cosa u otra; pues
sobre lo bien que conozcan una, edificarán la siguiente. Sean palabras,
objetos, decisiones, reacciones.
Para aprender a hablar o a leer, ellos ya
empiezan siempre por lo más sencillo. Y sin esa base no lograrían entender
nunca qué quieren decir palabras mucho más complejas. Si las primeras las entienden
mal, las siguientes las asentarán sobre esos errores.
Las ayudas de la familia, de los padres,
repitiendo constantemente todo, hablando con ellos de todo, dirigiéndose a
ellos para que los niños atiendan, es fundamental. Pongamos un ejemplo duro,
extremo para entender el camino más amplio de la vida.
Para que aprendan que tocar el fuego produce dolor
deben practicar con el fuego y con el dolor. Así que nada mejor que guiarles
ante los peligros y de forma leve, efectivamente, para que sepan conocer los
límites de todo tipo.
La mejor manera de que entiendan que el fuego duele es
acercarlos levemente al fuego y demostrarles que aquello es malo. Pero la última
forma de aprender que el fuego duele es que sean ellos mismos y cuando ellos
quieran los que acerquen la mano y los que decidan en qué momento deben
retirarla.
Eso no quiere decir que no estemos cerca, por si acaso y sin que
sepan que estamos.