Nunca hay que caer. Siempre hay que levantarse. Como muy
bien dice esta pintada en una pared: “No tengo fuerzas ni para rendirme”.
Por que efectivamente, también cerrar, rendirse, apagar la
luz, requiere una gran energía, un sacrificio enorme.
Cerrar una empresa es casi tan complicado como abrirla.
No es tan fácil morirse.
No es tan sencillo abandonar y escapar de los problemas.
Por eso mismo, antes de rendirse hay que intentar todo tipo
de soluciones. Antes de cerrar hay que volver a respirar profundamente,
solicitar apoyos, aconsejarse de grandes perdedores y volverlo a intentar.
Los que mejor saben como levantarse tras una caída son los
que ya han fracasado antes.
Es una inmensa escuela vital, muy válida.