Cuando entre el diálogo de dos partes metemos la justicia para hacer barrera, metemos a terceras partes torpes, a enemigos o a soldados, a capirotes o trajes de bonito, a personas disfrazadas de poder, estamos logrando lo contrario de lo que decimos desear.
Da igual si hablamos de Cataluña, de Zaragoza, de Podemos o del PSOE. DE una empresa o de un edificio carísimo. La única manera de que exista diálogo es creando diálogo. Y el diálogo es muy simple. Es un ejercicio de hablar sin tener en medio a sustos o tratos indigestos.
Tras el diálogo es posible que no se haya resuelto nada. Es muy posible en algunos problemas que hemos dejado pudrir. Pero sin diálogo, lo seguro, lo absolutamente seguro…, es que nunca se resolverán por las buenas. Y que al final tendrán que ser los de enmedio lo que tomen cartas sobre el asunto.
¿Estamos seguros que los de enmedio nos apoyarán mejor que con el diálogo?
Ferrán en la página republica.com nos deja maravillosos textos con solo tres palabras.