Hoy el INE (Instituto Nacional de Estadística) publica los nuevos datos de la contabilidad trimestral, referidos al cuarto y último trimestre de 2011 en España. Datos muy esperados por ser la constatación oficial del retorno a una recesión que llevábamos desde el verano observando.
Como vengo haciendo todos los trimestres, en este pequeño análisis gráfico podremos ver la evolución de las diferentes partidas que conforman la economía española. Les recuerdo que si pinchan en las imágenes las podrán ver en grande.
Contexto internacional
Europa lleva en crisis más de lo que podemos recordar. Grecia es la representación de que hay algo que no termina de funcionar, bien sea una coordinación inestable, la gobernabilidad con pinzas que desde Alemana y Francia parece imponerse sobre otros países o la ineficacia de unas políticas de austeridad que merman aun más la capacidad productiva de un país sin futuro. La crisis de la deuda dio paso a un frenazo europeo que ha acabado acusando a todos los países. No en vano incluida Alemania (que a ojos del público parece de la economía saludable por excelencia), ha caído un 0,2% en este cuarto trimestre.
En este gráfico están ordenados los países más representativos de mayor a menor crecimiento intertrimestral. La gran totalidad de los países de la zona euro se enmarca en un entorno recesivo, aunque aun tenemos que esperar a que se cumplan los dos trimestres de caída de rigor para poder hablar de recesión. Si bien antes de verano se empezaba a nombrar la “Europa a dos velocidades”, desde luego está quedando demostrado que la globalización y las interrelaciones entre el crecimiento de unos países y otros no permite unas diferencias claras entre unos y otros de manera sostenible. Es de hecho esta característica la que, muy posiblemente, ha originado que la crisis se cebe tanto con Europa.
Evolución del PIB
El tímido crecimiento que veíamos desde finales de 2009 se ha visto interrumpido de nuevo con una caída del 0,3% en términos intertrimestrales. En términos anuales, el crecimiento es del 0,3%, que comparado con el 0,8% que obteníamos en el trimestre anterior da cuenta de lo que va a sobrevenir en los siguientes trimestres. La depresión de la economía, contagio de esta nueva recaída europea que todos están sufriendo de una manera u otra, va a volver a afectar a la demanda interna, la evolución del empleo, la salud de las arcas públicas y la confianza del país.
A partir de aquí me centro en la evolución de los datos de crecimiento interanual.
Demanda interna y externa
Tampoco podemos sorprendernos del valor del PIB pues la demanda interna lleva dos años sin tocar terreno positivo. Como podemos ver en este gráfico, la demanda externa es la que nos salva el cuello a la hora de presentar las cifras agregadas, aumentando de un crecimiento del 2,2% en el tercer trimestre hasta un 3,2% en el cuarto. Pero el crecimiento de la demanda interna lejos de elevarse, cae más y más en una espiral de la que nos va a costar salir, pasando de un -1,4% en el tercer trimestre a un -2,9% en el cuarto, una caída de 1,5 puntos que denota la gravedad del asunto.
Y la demanda externa no es más que un pequeño espejismo. En primer lugar, porque seguimos importando más de lo que exportamos. En segundo lugar, porque el efecto positivo se debe a que las importaciones crecen menos (en este trimestre de hecho caen un 5,6%) de lo que crecen nuestras exportaciones (5,2%). Pero como vemos en el gráfico, ambas evoluciones son decrecientes. Las exportaciones se deben al estado y contexto europeo. Si a nuestros vecinos les va mal, no nos comprarán y por tanto exportamos menos que otros trimestres. Sin embargo, a nosotros nos va peor, por lo que nuestro consumo desciende, y compramos aun menos a nuestros vecinos.
El sector externo no lo controlamos todo lo que deberíamos. No tenemos fuerza exportadora, y energéticamente seguimos dependiendo demasiado del exterior. Trimestre a trimestre seguimos enunciando el mismo problema, pero la solución parece que no llega del todo.
Veamos ahora a qué se debe y donde ha afectado más este nuevo entorno recesivo en la demanda interna, base principal de nuestro crecimiento.
Consumo
Se revisa a la baja las partidas de consumo de las administraciones públicas de trimestres anteriores, es decir, habían consumido menos de lo que se había estimado (raro ¿no?), que ahora se encuentra en una caída del 3,6%, intentando cumplir con esas medidas de austeridad para devolver la salud financiera al sector público.
Pero menos consumo público implica menor consumo agregado. Sobre todo si le añadimos un consumo privado que, lejos de lo que parecía un trimestre atrás con ese tímido crecimiento del 0,5% vuelve a caer gravemente en torno al 1,1%. La explicación es sencilla: Un país con menos ocupados (-3,3% en términos de puestos de trabajo equivalentes) y un descenso de las rentas de los asalariados, que caen un 2,1%. Y una menor renta agregada implica rebaja del consumo. A eso hay que añadirle que seguimos teniendo una deuda privada que hay que ir liquidando y una confianza que anda por los suelos y lastra las decisiones de consumo presentes.
De esta forma, el consumo total vuelve a caer con fuerza un -1,8%. Y las perspectivas futuras no es que sean muy halagüeñas que digamos.
Inversión
La inversión parece mostrar una evolución más atenuada. Los tipos de interés llevan meses sin cantearse (y que no suban), la liquidez del sistema financiero está como está y la demanda no parece que vaya a ser muy benevolente con las empresas y sus ingresos por lo que las inversiones para capacidad productiva futura (bienes de equipo) llevan un año rebajando su cifra de crecimiento. Este ultimo trimestre volvemos a terreno negativo, bajando un 2,7%.
La construcción por su parte sigue en esa letanía en la que ni se ajusta del todo ni termina por recuperarse. Vuelve a caer un 8,2% y a este ritmo hasta un par de años no veremos levantarse a este sector, que sigue teniendo grandes stocks de viviendas vacías, y una demanda bastante escasa, sobre todo ahora que el sector público ha decidido no invertir en infraestructuras que, en muchos casos, eran inútiles o improductivas.
Así la inversión total cae un 6,2%, cifra por la que está rondando desde hace dos años.
Producción por sectores
De nuevo, el sector más acusado ha sido la construcción, que cae un 3,7%, y la industria, que vuelve a terreno recesivo (-0,4%). La agricultura y los servicios crecen, pero menos que el trimestre anterior (0,3% y 0,9% respectivamente).
Entonces… ¿Cómo estamos?
Un trimestre más la caída en la demanda interna cercena las perspectivas de crecimiento. Los trabajadores, cada vez con menos empleo y menos renta, consumen menos. El sector público, obligado a disminuir toda su presencia incluso en los niveles más básicos da la puntilla a una demanda que no tiene visos de subir. La oferta, por su lado, viendo esta menor confianza por parte de los consumidores, no se atreven del todo a invertir a futuro, y los pocos que pudieran querer hacerlo siguen teniendo que enfrentarse a un sistema financiero que sigue con problemas graves.
Los sectores más afectados siguen siendo la construcción y la industria, y si no fuera por el sector exterior, derivados de unas menores importaciones que siguen el ritmo del consumo interno, los datos de crecimiento aun serian peores.
Por otro lado, el coste laboral disminuyo un 2,5% y la productividad por trabajador creció un 3,7%, datos que deberíamos comparar con el crecimiento a nivel europeo para poder hablar de competitividad, aquella palabra que utilizábamos tanto y que seguimos sin encontrar del todo.
Hemos entrado en lo que parece una nueva recesión, cogidos de la manos con nuestros vecinos. Este 2012 parece que va a ser peor para el empleo y, por ende, la demanda interna. Poco a poco deberíamos ir viendo como estos efectos se van diluyendo en el tiempo y la ansiada recuperación vuelve a ser algo posible y alcanzable en el medio plazo.
Sin embargo, llevamos ya dos años sin ningún tipo de política o medida que intente, de alguna forma, impulsar o estimular la actividad económica. Y viendo los simples gráficos se vislumbra que quizás sea algo a tener en cuenta.
España no es Grecia, pero la Grecia de hace cuatro años tampoco era la Grecia de hoy.