El arte inunda nuestras vidas muchas veces sin que nos demos cuenta. Arte histórico o arte moderno. Casi siempre arte gratuito que decora nuestras estancias públicas y nuestro urbanismo. Gratuito de ver, de contemplar, de disfrutar ahora de él.
Arte visual en las calles o en nuestra televisión, arte en la publicidad o en la decoración, arte religioso en nuestros edificios incluso aunque no sean religiosos. En los últimos tiempos incluso arte en nuestros platos de cocina bien realizados para que nos entren también por los ojos. Se trata de provocar sensaciones, de aumentar las que de siempre vamos teniendo.
Esta puerta es del interior de la catedral de Milán, y un ejemplo de que hay que poseer mucho poder total para crear esta entrada sin que te crujan las rodillas y la mente del poderoso. Alguien debió pensar en algún momento que la mejor manera de entrar y salir de la casa de Cristo era a través de una puerta tan poderosa. Con dos cojones, como seguro que diría Jesucristo si la tuviera que juzgar.
Las apariencias no engañan, aquí se quería demostrar poder, que la iglesia tenía poder y ganicas de joder si se dudaba de su poder. No, eso no es la filosofía de Cristo. Lo sabemos.