Entrar en un Nuevo Año no significa de forma obligada que tengamos que hacernos nuevas promesas de cambios, de rectificaciones. Todo es igual a ayer. Creo. Así que calma, reflexión. ¿Quieres cambiar algo? Pues que no te obligue el calendario. Reflexiona y cambia tú. Lo primero cambia tu forma de abordar ese cambio.
Si no lo has logrado antes, es posible que sea porque no has cambiado tú… lo suficiente para lograr hacer la modificación de hábitos, de formas, de visión del asunto y de lo que le rodea.
Todos los cambios llevan siempre una porción de pérdidas, y sin duda también una porción de ganancias que deben ser mayores a las pérdidas. Y eso es lo primero que debemos analizar.
— ¿Vamos a salir ganando con el cambio?
— ¿Es este el mejor momento?
— ¿Tenemos apoyos para efectuar el cambio?
— ¿Hemos analizado qué puede salir mal, para estar preparados ante los errores y las zancadillas?
Recuerda que en cualquier proceso de cambio tendremos diversos comportamientos, y alguna vez nos dará "la florera" nos entrarán dudas y debilidades. Es normal y tenemos que estar preparado para ello. Saberlo es de entrada la mejor opción. Seremos débiles y nos preguntares si lo estamos haciendo bien o mal. Sucederá, y hay que seguir adelante con los cambios.
Una vez iniciados los cambios por nuestras decisiones, lo peor es dejarlo todo a medias y abandonar el campo de batalla, pues en ese huída hacia delante siempre se quedan muchas cosas en el camino. Por eso antes hay que diseñar incluso ese tipo de decisiones, por si hubiera que tomarlas.
Rectificar no es huir. Es simplemente cambiar de rumbo o de destino, pero de forma ordenada.